José Miguel Sánchez Peña
Conservador Restaurador emérito del Museo de Cádiz
Hno. de la Vera Cruz
Es evidente que Sebastián Santos gozó de gran prestigio en ese período del siglo XX en el que desarrolló su actividad; es obvio decir que sus obras se han ido revalorizando con el transcurso de los años. Al fallecer el escultor a los 83 años de edad se cerraba así la parábola vital de uno de los artistas más representativos de la vida artística y religiosa sevillana del último medio siglo[1].
De hecho toda la crítica y estudiosos coinciden en destacar su gran dominio del oficio y el sentido cristiano y religioso que vivía el escultor que transmitía a sus imágenes. Siguiendo la mejor tradición sevillana, sus Dolorosas expresan un íntimo y hondo dolor aceptado y sereno[2].
Su arte corresponde al más bello instante del barroco, siendo un escultor honrado y fecundo que gozó de popular reputación. Él mismo encarnaba, policromaba y estofaba sus figuras, siendo un continuador glorioso de la tradición imaginera andaluza, sintiendo profundamente el arte religioso[3].
Su producción y temática fue muy variada y extensa, sin caer en la vulgaridad o en la repetición de modelos, algo bastante frecuente en una época en la que hubo que reponer muchas imágenes perdidas tras la contienda civil. Aunque empleó diversos materiales para sus esculturas, ya que pueden verse algunas de bronce en distintos lugares de la ciudad, fueron el barro cocido (terracota) y en mayor medida las tallas polícromas, las más numerosas, dotadas de gran unción religiosa. Mención especial merecen también sus imágenes de Cristo, los Nazarenos, destacando el de la capital onubense; los Crucificados, entre ellos el de Pizarra (Málaga) o el poco conocido de San Jacinto (Sevilla). Conviene recordar al Señor de la Sagrada Cena (Sevilla), una de sus mejores e inspiradas obras y más querida por el artista. Sin embargo, Sebastián Santos adquirió muy pronto gran fama por sus Dolorosas; todas reflejan un dolor íntimo, de gran serenidad, sin exageraciones y sin estridencias, de ahí el gran éxito que alcanzaron. Pero no podemos terminar estas referencias breves sin citar al Cirineo de Pasión, una magnífica escultura lamentablemente apartada de sus fines procesionales.
También conviene reseñar que la mayoría de sus Dolorosas, y especialmente las más conocidas, no fueron realizadas por encargo sino que el escultor las hacía según su inspiración y deseos, y los clientes la adquirían ya terminadas. Modeladas, talladas y policromadas con total libertad creativa, sin cláusulas impuestas y sobretodo sin prisas, tenían garantizado todas el éxito como “a posteriori” se ha podido comprobar. En este sentido, así fueron creadas la de los Dolores del Cerro del Águila, la de la Concepción (El Silencio) y la de la Merced (Pasión), todas en Sevilla, entre otras. Esta opción o modalidad de trabajo, en que el escultor no esperaba al comitente, ha existido siempre en muchos artistas garantizando el éxito más tarde o más temprano: recordemos por ejemplo el caso del Nazareno de las Penas (San Roque, Sevilla), adquirido por la Hermandad a Antonio Illanes cuando sus cofrades lo contemplaron en una exposición de arte sacro.
Según consta en el Contrato para la ejecución de la Soledad, el mismo se firmó en el taller y domicilio del escultor, que en aquellos años se hallaba en la calle Santiago número 36 de la capital hispalense. Dicha finca es hoy inexistente, ya que se levantó otra en su lugar al derribarse la que ocupaba el citado taller. De todo ello da fe un azulejo colocado en la fachada por la Hermandad de la Sagrada Cena, que recuerda la ejecución del Señor llevada a cabo en ese lugar; y agregamos también por añadidura, que de allí salieron para mayor gloria del arte, las cofradías y la Semana Santa, espléndidas imágenes, entre ellas la Virgen de la Soledad[4].
En estas líneas que le estamos dedicando como pequeño homenaje al escultor de la “Soledad”, no podían faltar tres obras hoy muy afamadas del maestro, directamente relacionadas tanto por la técnica como por el estilo con la imagen gaditana, realizadas todas ellas en los años magistrales. Nos referimos a la imagen de Santa Marta de la Hermandad residente en San Andrés, y las Dolorosas ya citadas de la Concepción y de la Merced.
La Virgen de la Soledad es quizás de las primeras que abren la serie de las personalísimas Dolorosas del escultor, que marcan ya un estilo tras la del Refugio de San Bernardo (Sevilla). Destaca y comparte, con las tres citadas como ya hemos reseñado en capítulos anteriores, la serenidad y el dolor mesurado; su posición frontal y las facciones clásicas, el característico modelado del cuello, con los esternocleidos difuminados y el “collar de Venus” muy marcado, que le dan un carácter inconfundible. Mención aparte merecen las manos, muy expresivas, realistas y detallistas con los dedos torneados. Los candeleros muy bien ejecutados complementan las formas del torso y el cuerpo de las Vírgenes.
Siguiendo un orden cronológico, la imagen de Santa Marta de la Hdad. del mismo título radicada en San Andrés (Sevilla), forma parte del conjunto del traslado al sepulcro del escultor Ortega Bru, realizada con anterioridad al grupo escultórico. La talla se encargó en 1950 pensada para recibir culto en el templo, además de integrarse en el cortejo fúnebre que se representa en el único paso de la cofradía. Realizada en madera de pino, tiene policromada además de su cabeza y manos, los pies; los ojos van pintados y lleva pestañas postizas. Destaca por la serenidad y gravedad de su expresión y la belleza clásica de su rostro de tez morena. Evidentemente es otra pieza clave dentro de la producción del artista, que si la comparamos con la imagen de la Soledad cuando se halla con la cabeza exenta sin el tocado, las similitudes son palpables.
La imagen de la Concepción de la Hermandad del Silencio la consideran la mayoría de los estudiosos e historiadores la mejor Dolorosa salida del taller del escultor, que fue realizada en 1951, sin que mediase ningún encargo previo.
Para Martínez Alcalde “representa un acabado ejemplo de dolorosa moderna. Muchos cofrades proclaman sin reservas que resulta la mejor creación en nuestros días en el género y cada vez que la visito en su capilla me sumo con más convencimiento a este juicio, pues se trata de las imágenes que no pierden, sino que ganan con el transcurso de los días…”[5]
La Hermandad del Silencio de Sevilla trataba desde hacía tiempo de sustituir la Dolorosa titular (que no colmaba sus aspiraciones, tanto por su expresión como por su escasa calidad artística) por otra que fuese más acorde con el carácter de la cofradía y con el titular cristífero. Cuando varios miembros de la Junta, entre los que se encontraba D. José Sebastián y Bandarán (Canónigo de la Catedral) la contemplaron en el taller de Sebastián Santos, decidieron su adquisición que se llevó a cabo en 1954, también respaldada por el entonces Director del Museo de Bellas Artes de Sevilla, el prestigioso pintor Alfonso Grosso. La imagen fue donada a la corporación por el Hno. Mayor D. Álvaro Dávila y Garvey, Marqués de Villamarta, tras aprobarse la sustitución en cabildo realizado el 18 de Noviembre de 1954[6].
Es una talla de candelero para vestir, está realizada en madera de cedro, y tiene ojos de cristal, pestañas postizas y siete lágrimas de cristal, recordando los “siete Dolores de la Virgen”. Es una imagen de gran belleza, y de un dolor sereno, sin estridencias ni gestos discordantes, como era habitual en las Dolorosas del artista; las manos, muy refinadas y expresivas. Destaca su encarnación o policromía, personalísima, de tonos marfileños, pálidos y verdosos. Acompañada de San Juan en su espectacular paso de palio, forma un conjunto único acorde con la Hermandad “madre y maestra”.
En circunstancias afines a la incorporación de la imagen de la Concepción de la Hermandad del Silencio, se produce un hecho similar en la Hermandad de Pasión (El Salvador). La Dolorosa titular no llenaba las aspiraciones de sus cofrades y teniendo también en cuenta el nivel artístico y sobre todo el potente imán devocional del Señor, decidieron los cofrades la sustitución. La misma se produce en 1966, iniciándose las gestiones cuando varios miembros de la Junta de la corporación (entre los que se encontraba D. José Sebastián y Bandarán) descubren a esta bella Dolorosa en el taller de Sebastián Santos. Así pues, llevado el asunto a Cabildo extraordinario el 6 de Febrero de 1966, se aprueba su adquisición, pasando a ser la nueva titular de la Merced[7].
Es una talla realizada en madera de ciprés, tanto la cabeza como las manos, con ojos de cristal, pestañas postizas y lágrimas de cristal; una imagen elaborada con esmero y con total libertad como ya hemos dicho, pues el escultor la tenía ya terminada en su taller sin que respondiese a encargo alguno.
La imagen va acompañada en su palio de palio por San Juan evangelista, obra de Gabriel de Astorga, formando un equilibrado conjunto en su espléndido paso de palio.
No podíamos terminar estas líneas que le estamos dedicando este año 2020 a la Soledad, en el 75 aniversario de su ejecución, sin decir que se cumplen 125 años del nacimiento de su autor en la localidad onubense de Higuera de la Sierra (*4 Noviembre 1895 / + 16 Julio 1977)[8]; al mismo tiempo, conviene recordar, cuando visitemos a la Virgen de la Concepción, que allí mismo en la cripta de esa capilla se encuentran depositados los restos incinerados del cuerpo del artista, tal como reza en un discreto azulejo[9].
[1] Necrológica publicada en ABC. Sevilla. Martes, 19 de Julio de 1977. Pg. 28.
[2] Infante Galán, Juan. “Gran maestro de la última etapa de la imaginería sevillana”. ABC. Sevilla. Jueves, 4 Agosto 1977. Pg. 25
[3] Olmedo, Manuel. “REGIONALISMO y ARTE”. Artistas andaluces en el recuerdo. ABC. Sevilla. Martes, 8 de Mayo 1979. Pg. 17
Idem. “El Imaginero Sebastián Santos”. ABC. Sevilla. 25 de Marzo de 1972. Pg. 11
[4] Transcribimos el texto del azulejo que dice así: “En esta casa, que en tiempos albergara el taller de Don Sebastián Santos Rojas, fue realizada en 1955 la prodigiosa talla del Señor de la Sagrada Cena, obra cumbre del insigne escultor higuereño. La Hermandad Sacramental de la Sagrada Cena colocó este azulejo conmemorativo en el L aniversario de la realización de su imagen titular. Sevilla, a 16 de Octubre de 2005. Año de la Eucaristía.”
[5] Martínez Alcalde, Juan. “La Gubia Moderna y la Dolorosa (I)” ABC. Sevilla. 9 Marzo 1974. Pg. 9
[6] Carrero Rodríguez, Juan. “Anales de las Cofradías sevillanas”. Boletín de las Cofradías de Sevilla. Año XVI. Mayo 1975. Nº 188. Pg. 23.
[7] Carrero Rodríguez, Juan. “Anales de las Cofradías sevillanas”. Boletín de las Cofradías de Sevilla. Año XVI. Febrero 1975. Nº 185. Pg. 17.
Roda Peña, José. “Belleza trascendente y excelencia artística: la escultura en la Hermandad de Pasión”. Pasión. Historia y Patrimonio Artístico. Sevilla. 2019. Pp. 174-180.
[8] En la Cripta de la Capilla de la Hermandad del Silencio de Sevilla reposan los restos del artista; un azulejo colocado en la capilla en donde habitualmente recibe culto la Dolorosa nos lo recuerda.
[9] La inscripción del azulejo, colocado en el testero del evangelio de la capilla, junto al arco de acceso a la capilla de Jesús Nazareno, dice así: “En esta Cripta Columbario se encuentran los restos incinerados de Ntro. Hno. D. Sebastián Santos Rojas, autor de la imagen de María Santísima de la Concepción. 18 Enero 2003”