Del martillo a la sotana (Diario de Cádiz)

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Daniel Robledo, en un banco de la Catedral donde este sábado será ordenado sacerdote. LOURDES DE VICENTE

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  • Médico de profesión y responsable de la famosa cuadrilla de Ecce-Homo en 1999 o de la que sacó al Prendimiento de las Descalzas, Daniel Robledo será ordenado hoy sacerdote

PABLO DURIO. En la mañana de este sábado cambiará para siempre el traje negro por la sotana, el martillo por el cáliz y la organización de una cuadrilla por la gestión de una parroquia. El doctor Robledo aparca su profesión de curar enfermos para dedicarse por entero a curar almas. Después de varios años, la ciudad de Cádiz vuelve a dar a la Iglesia un cura; un pequeño criado en San Felipe Neri, un gadita que cumple a la perfección las tres C dominantes (cofradías, Cádiz Club de Fútbol y Carnaval, por este orden) y un hombre que en la madurez de su vida tomó la decisión más difícil: meterse a cura.

“Los caminos no son fáciles. Tampoco le resultó fácil al Señor resucitar, teniendo que pasar antes por el Calvario y la Cruz. Pero la vida es eso, milicia y lucha. Y esto es para los valientes”, afirma Daniel Robledo, que hoy será ordenado sacerdote por el obispo diocesano, Rafael Zornoza, en la Catedral. A sus 51 años de edad. “Yo no soy de vocación tardía, mi problema es que respondí tarde a la llamada. Pero no es tarde, sino cuando Dios ha querido”, explica.

Robledo se va a ordenar con 51 años de edad pese a reconocer que desde pequeño sintió la llamada vocacional. “Pongo el punto de salida estando en el colegio, en una confesión con el director de los marianistas, en el que vi tal bondad que creía que lo superaba a él. Pero lo tomé como un secreto, no quise hacerle caso para llevar una vida normal, entre comillas: fútbol, niñas, toros, Semana Santa, la carrera… Yo quería seguir los pasos de mi grupo de amigos”, cuenta el hasta hoy diácono. “Pero lo que yo pensaba que se podía dejar a un lado, cobra fuerza en muchos momentos de la vida”, añade. Y llegó en uno de los momentos cruciales de su vida, una vez finalizada la carrera de Medicina, trabajando como médico en la UVI móvil y a punto de casarse con su pareja: “ahí empiezan a aparecer dificultades y vuelve a aflorar la llamada; y en esta ocasión sí me decidí a probar”.

En el momento de dar el paso e ingresar en el Seminario, Robledo era todavía el capataz de la Virgen del Mayor Dolor, de Buena Muerte. Antes tuvo la suerte de ser el responsable de sacar a la calle al Prendimiento de las Descalzas, en la histórica procesión de agosto de 2011; y antes de eso, aún se recuerda su paso por la cofradía de Ecce-Homo como capataz del paso de misterio. Y más en concreto, su paso por la Plaza del Palillero aquel año 1999. “Las cofradías para mí han sido siempre un medio para acercarme a Dios. Es cierto que te puede gustar el movimiento de un palio en la calle, unas cornetas, un canasto dorado… pero más allá de eso sabes que está el Sagrario, que ahí está el Señor. Y siempre a través de la Semana Santa he logrado acercarme a Dios. Para mí las cofradías han sido muy importantes”, cuenta.

De hecho, el futuro sacerdote lanza un alegato en favor de las hermandades: “Creo que cumplen la función para la que se fundaron, sacar los alteres a la calle, y esa Evangelización creo que es la que se sigue llevando a cabo hoy en día. Habrá que mejorar, se necesitará formación, o hará falta piedad, sí; pero en las cofradías hay una semilla que está dando frutos y seguirá dándolos toda la vida”. “Una vez me dijo un sacerdote del norte que teníamos aquí mucha suerte con las cofradías, porque ya querrían ellos tener tantos jóvenes en las iglesias, y yo suscribo sus palabras por completo”, añade.

Además de las cofradías, el Cádiz es la otra pasión de Daniel Robledo, que en alguna que otra ocasión ya ha sido visto en el Estadio Carranza, clerigman en el cuello, disfrutando de su equipo. “Si me lo permiten mis responsabilidades, me acercaré cuando pueda”, asegura de cara a la temporada del regreso a Primera. Y también ha vivido de cerca el Carnaval, donde llegó a participar en una ocasión formando parte de la orquesta de un coro. “Ya tiene uno menos tiempo, pero siempre que puedo escucho lo que me permite, aunque procuro buscar una falseta bonita o una letra de tango, sin olvidar una buena comparsa y una chirigota”, reconoce. Es tan de su ciudad, que pese a empezar su formación como sacerdote en Sevilla decidió venirse a Cádiz cuando supo que sólo había una docena de seminaristas. “Decidí que para lo poco que pueda aportar, hacerlo en mi diócesis. Y tan contento estoy en un sitio como en otro”, afirma.

A la espera del primer destino que le encomiende el obispo Zornoza una vez sea ordenado sacerdote hoy -“no me importa porque cualquier sitio me hace ilusión para empezar, indistintamente, ya que la ilusión me puede”, asegura, convencido de que allá donde vaya “me adaptaré y será una pasada, aunque soy consciente de que voy a trabajar duro y a sufrir”- Robledo inicia hoy una nueva etapa de su vida. “Creo que todos buscamos una plenitud de nuestra vida y esta forma de comprometerme con el Señor me da algo que nunca conseguí anteriormente”.

Hasta llegar hasta este punto, antes ha pasado por la tuna de Medicina, por la cuadrilla del Prendimiento de la que fue cargador varios años, por los martillos de Ecce-Homo o Buena Muerte, por las guardias en la UVI móvil durante ocho años, o por una casi boda. Y todo por rechazar esa llamada vocacional que recibió de niño. “Creo que el Señor te lo pone más claro cuando te ve preparado. Tal vez necesité pasar por esas otras etapas de la vida para llegar hasta aquí”, indica, recordando que cada vocación “es diferente, a unos los llama el Señor antes y a otros después”. “Aunque sería bueno no poner tantas trabas como yo”, concluye bromeando. A esta es.


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