Lee la noticia en La Voz de Cádiz aquí
- La imagen que han restaurado Pilar Morillo y Álvaro Domínguez ya se encuentra de nuevo en la iglesia de San Francisco
ANA MENDOZA. El Nazareno del Amor volvía al culto este sábado tras la cuidada restauración a la que se ha sometido la imagen. Con una eucaristía de acción de gracias, los hermanos, guardando la distancia de seguridad y todas las medidas establecidas por la pandemia, daban la bienvenida a su templo al titular de la cofradía del Lunes Santo y comprobaban el gran resultado del trabajo realizado por los restauradores.
Pilar Morillo y Álvaro Domínguez han ejecutado esta tarea con la que la talla ha recuperado de nuevo su estado original gracias a un proceso en el que se han abordado principalmente tres aspectos. Por un lado se ha eliminado el repintado de la imagen, por otro, se ha corregido una grieta que tenía en la cintura debido al peso de la cruz y por último se ha intervenido en manos y pies ya que se encontraban deteriorados, especialmente los pies, que debido a la devoción habían perdido la policromía y tenía repintes en un color que contrastaba demasiado con el original.
Pilar Morillo y Álvaro Domínguez desgrana cómo ha sido el proceso de recuperación de la imagen. En lo que se refiere a los repintes, Morillo indica que «se han eliminado todos y se ha quedado solo la policromía original. Además se han limpiado y reintegrado las manos. Para la retirada de los repintes hemos empleado disolventes adecuados debidamente testados, estuco para nivelar las superficies y pigmentos al agua y al barniz para la reintegración de las zonas que lo necesitaban, usando técnicas con criterios diferenciadores del original como el rigatino y el puntillismo. Además, se han limpiado y reintegrado las manos, que tenían dedos rotos, y los pies, cuya policromía aparecía muy desgastada».
Los restauradores reconocen que les ha llamado la atención la corrección y armonía de la talla. En este sentido Álvaro Domínguez asegura que «tiene muy bien acabados el rostro, las manos, y los pies pero a su vez la zona interna, la que no se ve, es muy bonita, con menos matices, más sencilla, pero muy bonita igualmente. Ahí lo que hemos eliminado es el repintado de sangre que tenía en la espalda, conservando los detalles que había inicialmente».
Una de las intervenciones más evidentes es la que se le ha realizado al rostro. En este caso el Nazareno del Amor presentaba suciedad superficial y también existía una diferencia de tonalidades algo brusca, según explican los profesionales, por el paso del tiempo o porque haya sido retocada anteriormente. «Aquí se ha procedido a una limpieza muy suave y le hemos dado una protección de barnices y entonado algunas zonas. La frente, sin embargo, sí estaba muy dañada por la corona y eso sí se ha reintegrado. Además la corona la hemos colocado correctamente y le hemos realizado una fijación especial para que no se mueva cuando procesiona ya que eso le ocasionaba daños», indica Domínguez. Además, con vistas a proteger la imagen, en la zona de la cabeza también se ha cerrado el orificio de entrada de las potencias para que no se mueva y evitar que dañe la madera original.
El peso de la cruz
Una de las preocupaciones de la hermandad desde que se planteó la restauración era conocer si la cruz del Señor que sostiene también el Cirineo podría perjudicar la talla. Morillo comenta que «cuando vimos la grieta pensamos que hacía palanca y creíamos que podía causar una fuerza y provocar la apertura y es verdad que se ve esa presión que ejerce. Pero tenía unos pernos muy fuertes en el interior y el refuerzo era fuerte y estaba en buen estado, así que no le afectaba. Hemos macizado la zona para reforzarla más y de todas formas siempre habrá que vigilar que se mantiene correctamente».
Precisamente para aliviar ese peso la hermandad tiene proyectado realizar una nueva cruz que sea más ligera a la vez que no realice ese efecto palanca que hace la actual.
Al margen de la propia restauración, ambos profesionales destacan el respeto y cuidado que la corporación franciscana muestra por su titular. «Nos ha agradado mucho el cuidado de la hermandad por la imagen porque siempre su idea ha sido la de recuperar la imagen original que es el principio de toda restauración. Porque las imágenes no pueden estar sujetas a modas». Pilar incide en la calidad de la escultura. «Tiene mucha armonía, es muy elegante, muy barroca… Además la cara tiene mucha fuerza, mucha potencia, la zancada es preciosa y tiene mucha altura ya que mide 1,90. Es una imagen preciosa que con esta restauración se muestra en todo su esplendor».
Estudio histórico artístico de la obra. (Carlos Maura Alarcón, graduado en Historia del Arte)
La imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno del Amor es titular de su cofradía fundada en 1951, aunque su hechura es anterior, en torno a 1940. Sin embargo, el origen de la devoción a Jesús Nazareno en la iglesia de San Francisco, donde radica la hermandad, no es un hecho contemporáneo, antes bien, debemos situarla en torno a los últimos años del siglo XVI.
Por aquellos lustros, se funda en el convento franciscano la hermandad de Jesús Nazareno y se encarga su imagen titular, la cual se trasladó al monasterio de Santa María, donde aún sigue, en las primeras décadas del siglo XVII. El vacío que dejó la marcha de esta devota imagen fue solventado al encargar los frailes una nueva talla de similar iconografía, de la cual no tenemos mayor constancia documental en torno a su autoría ni hitos históricos, aunque tenemos bien asegurada su presencia en el convento por largos siglos. Sí sabemos que esta imagen se pierde en los sucesos que tuvieron lugar en 1931,tras lo cual, como había sucedido anteriormente, los frailes decidieron encargar una nueva talla que retomara este antiguo bagaje devocional. Esta misma talla es la que se ha restaurado, obra del escultor José Rivera, y en torno a la que se estableció, una década más tarde, la hermandad que lo escogió por titular.
Igualmente, esta elección da buena cuenta de la importancia que la imagen había adquirido, pues fueron muchos los hermanos con que contó esta corporación en sus primeros años, habiendo sido capaz la hermandad de mantener un alto número de miembros hasta nuestros días. En apoyo de esta idea, cabe decir que con anterioridad a la erección canónica de la hermandad, el Nazareno del Amor procesionó en el cortejo de la cofradía de la Vera Cruz que radica en la misma iglesia, pues ya eran muchos los devotos que tenía la imagen tras su llegada.
En cuanto a la historia material, cabe decir que ha conservado de manera prácticamente íntegra tanto la talla como la policromía, a excepción de unos leves añadidos en la espalda, donde Luis González Rey aplicó en 1990 unas manchas de color rojo simulando las heridas de la espalda lacerada, así como algunos retoques en la parte del sudario.
A nivel iconográfico, la obra se enmarca dentro de la corriente propia de los años de la Posguerra, en la que los artistas tomaron como modelos las creaciones de los artistas sevillanos del Pleno Barroco. En este caso, José Rivera tomó como inspiración para esta obra la imagen de Jesús de la Pasión, realizada por Martínez Montañés entre 1610 y 1615 y cuya hermandad radica hoy en día en la iglesia del Divino Salvador de Sevilla. Esta talla, que creó verdaderamente un icono desde su hechura hasta nuestros días, ha inspirado a multitud de artistas posteriores, de cuya actualidad da buena cuenta esta mencionada obra de Rivera, pues en el siglo XX conoce un nuevo período de esplendor que se traduce en multitud de imágenes que la toman como modelo. Esta inspiración se delata no solamente en la postura inclinada de la espalda del Nazareno, sino también en la postura de las manos y de los pies, creando una composición de carácter íntimo y cerrado, según los conceptos acuñados por Wölfflin, que contrastará con los modelos más dramáticos creados por los escultores de Sevilla tras la generación de Montañés.
Valoración
Se trata de la única obra de iconografía pasional creada por José Rivera para Cádiz, siendo fiel icono del gusto de la década de 1940 en Andalucía por el que los artistas ponen de nuevo sus miras en la escultura barroca sevillana.
Es el titular de la hermandad de penitencia que le da culto desde su fundación, y su presencia en el convento de San Francisco ocupa el lugar que dejó la imagen perdida en 1931. Esto nos habla de una devoción perpetuada en el tiempo que recoge el testigo de esta antigua iconografía en el convento franciscano desde las décadas finales del siglo XVI.
Es el receptor de una intensa piedad por parte del pueblo de Cádiz, obteniendo por tanto un valor muy alto de representatividad, al erigirse en modelo para muchos de los devotos de la ciudad.
Es una talla que no ha sido alterada en sus rasgos fundamentales desde su hechura, conservando en alto grado su fisonomía original. Este rasgo ve incrementada su importancia si tenemos en cuenta que un alto porcentaje de las imágenes realizadas por José Rivera han sido modificadas posteriormente.