Luis González Rey, imaginero gaditano, explica la elaboración artística de una talla religiosa: «Lo importante siempre es la expresividad de la cara, ahí hay que conseguir toda la emoción»
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RUBÉN LÓPEZ.
Una imagen religiosa tiene una dosis de emotitividad y devoción que lógicamente no puede tener cualquier otra escultura o obra de arte. Esa fe que profesa una talla de Jesucristo o una Virgen es algo tan grande que muchas veces es difícilmente descrpitible. «Con mirar a la cara ya debes encontrar ese sentimiento único».
Lo explilca Luis González Rey. Uno de los grandes imagineros de la Semana Santa. Gaditano, sus manos han trabajado en tallas e imágenes de Cádiz, Andalucía y otros lugares de España. El proceso de creación de una imagen religiosa es un trabajo que va más allá de lo puramente artístico. Comprende una serie de etapas en las que el imaginero pone toda su capacidad y dosis de emoción en el trabajo y procesión de creación de una imagen que luego va a ser venerada por cientos de personas.
«Lo primero y más importante es tener un conocimiento previo de la historia sagrada y el Evangelio. Hay que saber las personas y personajes que lo integran para tener un conocimiento importante de todo. Se hace un boceto y un dibujo de la imagen que se va a hacer, también una maqueta del propio paso para ver cómo va estar la imagen», explica González Rey..
Muchas veces todo cambia en función de a qué cofradía se va a destinar esa imagen o esa figura de un misterio. González Rey reconoce que el final el estilo se lo da la propia hermandad. «Depende en parte cómo sea una cofradía u otra, y no es lo mismo que vaya a procesionar o que no. El vestidor es el que se va a encargar de adaptar la imagen al estilo de la cofradía y todo lo que ello conlleva». El imaginero pone un ejemplo muy característico de la Semana Santa de Cádiz: «Tengo el Cristo de la Sed en las Siete Palabras de Cádiz que es de una manera y las imágenes que las acompañan son de otra. Al final es el gusto de la cofradía la que define el estilo de la imágen», apunta.
Tras la realización del boceto, lo siguiente es encontrar esos rasgos que van a definir la emotividad y los sentimientos que pueda despertar una imagen. «Del boceto al proceso final suele haber bastante similitud. Cuando se ha aprobado el boceto se hace la cabeza en barro para que lo vea la propia hermandad. A partir de ahí ya comienza el proceso de elaboración en madera de la propia talla», destaca el imaginero gaditano.
«Ver una imagen tuya procesionar es algo que emociona bastante»
Un proceso laborioso con una dificultad importante que varía dependiendo del momento de la pasión de Jesucristo que se quiera representar. «Hay que conseguir la expresión de la cara justo cuando se hace el barro al principio. Es verdad que luego policromada cambia bastante pero en lo general se parece mucho al resultado final. Si es un crucificado la postura debe cambiar pero más o menos sigue los mismos rasgos cambiando las expresiones. No es lo mismo un Cristo vivo que muerto, evidentemente».
González Rey ha tenido en ocasiones que completar misterios que empezaron otros escultores. En este caso, el conocimiento de esos artistas es clave para el fin del propio encargo. «A mi me encargan terminar el misterio del Descendimiento de Cádiz. El Cristo y la Virgen son de Francisco Buiza. Yo seguí los rasgos de Buiza pero haciéndolos mios, hacer algo similar pero que al mismo tiempo sea algo muy tuyo», apunta. «Si tú vas a hacer imágenes para complementar tienen que tener una similitud al resto de imágenes. No debe desentonar si es un grupo escultórico, por ejemplo».
Una vez que la imagen está acabada llega el momento en el que escultor y fe se dan la mano. Una obra que cuando llega a un templo se convierte en mucho más que una imagen o una talla, y sobre todo si procesiona en un paso. «Te emociona bastante», explica González Rey.
«Cuando sale del taller la imagen ya no es tuya», reconoce el artista. «En la Iglesia esa imagen que estaba en tu taller la ves de otra manera porque ahora tiene esa devoción que profesan muchos devotos y hace que la talla que has credo tenga otra dimensión».
González Rey recuerda que «la escultura cofrade es algo más que una arte. No todos los escultores son imagineros y los imagineros si son escultores. La diferencia es que haces una cosa o algo para un sentimiento y una devoción. Cuando le hablas a alguien miras a la cara y ahí es lo que importa de una imagen. Los imagineros tenemos que darle esa emotividad religiosa que es lo más complicado», concluye.VER LOS COMENTARIOS