Las cofradías han sabido adaptarse a la perfección a las circunstancias impuestas por el Covid y han vivido una intensa Semana Santa, llenando de vida las iglesias con artísticos altares y la ciudad con sus convocatorias
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PABLO DURIO. El coronavirus, sus cepas y las vacunas decidirán, más de un año hay por delante, si en 2022 podrán volver a la calle las procesiones de Semana Santa. Cuando todo vuela a la normalidad, la Semana que hoy concluye pasará a la historia como una simple anécdota, un año en blanco, el segundo del siglo XXI; pero poco más. Si acaso, se dirá que en 2020 no hubo absolutamente nada, con iglesias cerradas y los cofrades confinados en sus casas enganchados a los televisores, tablets y teléfonos móviles, y que en 2021 la Semana Santa se vivió en el interior de las iglesias. Y ahí están las dos claves principales de esta fiesta que hoy culmina. La primera es que se ha vivido, se ha podido sentir, celebrar y sufrir; y la segunda es que ha sido en el interior de las iglesias, lugares de peregrinación desde el pasado Viernes de Dolores.
Esta Semana Santa tan atípica deja muchas luces y sombras, ha dado muchas estampas y momentos de cal, y también deja cuestiones de arena en el balance que guardarán las cofradías en sus archivos. Lo que se ha puesto de manifiesto es que en Cádiz se vive esta Pasión de Cristo y que está arraigada en la ciudadanía; y si los pasos no salen a la calle, la gente va a las iglesias a ver a las imágenes. De ahí las colas que se han visto un día sí y otro también a las puertas de los templos, que se han llenado también (por regla general) cada vez que una cofradía ha convocado a sus hermanos para celebrar los cultos propios del día de salida. Estaciones sin capirotes, misas de salida sin salidas, encuentros de cargadores sin fajas ni zapatillas.
Otra de cal que deja la Semana Santa de 2021 es la capacidad de adaptación de las cofradías. Sorprende la reacción que hubo en cuestión de días el pasado año, cuando tuvieron que recurrir de manera precipitada a grabaciones de cultos y estaciones para llevar las imágenes titulares a los hermanos y cofrades en general a través de las redes sociales, el único reducto posible en medio de un confinamiento. Y este año han sabido también ocupar el escenario que el Covid le permitía. Altares extraordinarios dentro de los templos, cultos varios para sustituir las salidas; y más allá de eso, organización detallada del flujo de personas para que en todo momento se cumplan los aforos y distancias. Llama la atención cómo cada cofradía, a título particular, ha optado por recurrir a profesionales de la seguridad privada para controlar los accesos, y cómo dentro de los templos había auténticos dispositivos Covid para garantizar la seguridad sanitaria de hermanos, devotos y público en general.
Una adaptación absoluta al medio en el que toca desarrollar su actividad que, sin embargo, contrasta con el desinterés mostrado por las autoridades civiles, que hasta el Miércoles Santo no comprendieron la necesidad de velar también desde la calle por el normal desarrollo de la Semana Santa. Ante la ausencia de procesiones, la Junta Local de Seguridad no se ha reunido ni una sola vez para estudiar la posibilidad de habilitar un plan especial en esos días; y fue el Miércoles Santo cuando el Ayuntamiento anunció un control de los templos para los tres últimos días con apenas ocho agentes que, dicho sea de paso, tampoco es que hayan tenido una presencia mínimamente constante en esas iglesias. La seguridad de la Semana Santa y la evitación de aglomeraciones ha recaído, por tanto, exclusivamente en la responsabilidad mostrada por las cofradías, que han afrontado un gasto extra para velar por la situación sanitaria actual.
La Semana Santa vivida dentro de las iglesias deja también al descubierto el buen trabajo desarrollado por (casi) todas las mayordomías. Altares extraordinarios, disposición de las imágenes nunca antes vistas o poco habituales han dejado un reguero de estampas inolvidables para este año tan atípico. Una luz de esperanza para vencer al pesimismo y a la desgana. Las cofradías han pecado, salvo contadas excepciones, de una Cuaresma demasiado apagada; pero han redoblado esfuerzos e imaginación desde el Viernes de Dolores en adelante, con montajes muy llamativos y con mucho gusto. Ha sido el año del corcho, que ha exornado montes de crucificados en buena parte de los templos; el año de la Magdalena, que además de acompañar al Nazareno como es habitual ha ocupado altares en San Pablo, Santa Cruz o Santa Catalina; el año en que los pasos han estado de alguna forma presentes, ya que no podían salir. Medinaceli, Las Aguas, Sentencia o El Huerto han utilizado elementos de sus pasos procesionales en los montajes que se han visto este año, a las que se suma Vera-Cruz que este 2021 ha recuperado el antiguo paso de su Crucificado para una llamativa disposición de los titulares en su capilla de San Francisco.
Todo ello ha dado lugar, también hay que reseñarlo, a cierto aire de consumismo cofradiero que se ha respirado a lo largo de la semana. Las iglesias por momento perdían su condición de lugar de culto para ser simples museos que había que visitar para ver de qué manera estaban dispuestas las imágenes, cuántos altares había y poco más. Eso que en la calle, cuando una cofradía se planta e inicia su recorrido, es inevitable se ha trasladado también este año al interior de los templos.
Una última clave que deja esta Semana Santa que se marcha sin cera en los adoquines, sin heridas en los hombros, sin túnicas tendidas y sin tambores de fondo es que las cofradías siguen avanzando, pese al Covid. Ahí están, por ejemplo, los estrenos que en plena Semana Santa mostraban el Despojado (las tres imágenes que faltaban para completar el misterio) o Las Penas (la nueva corona y el puñal para la Virgen de la Caridad); o esos que hasta este Domingo de Resurrección aún pueden contemplarse en la Casa Pemán. Por no hablar de los nuevos proyectos que ya hay sobre la mesa.
No en vano, para 2022 esperemos poder ver en la calle el frente totalmente dorado del paso de Las Penas (al que ahora se quiere empezar a dorar el característico baguetón donde asienta el canasto, ya culminado), el nuevo paso del Nazareno, incluso con el frente del canasto igualmente dorado ya; el misterio del Despojado totalmente culminado con el paso tallado en la parte alta y posiblemente comenzada la talla en los respiraderos; el paso del Prendimiento culminado o a punto de hacerlo (tiene pendiente los respiraderos laterales); el nuevo techo de palio de Trinidad (según es intención de la junta de gobierno, que va a abordar la ejecución del nuevo palio en cuanto a bordados se refiere, utilizando el dibujo que realizara en 2008 Fray Ricardo de Córdoba); y el resto de proyectos patrimoniales que están en ejecución en la actualidad (dorado del paso de misterio de Columna, restauración de los pasos de Las Aguas, nuevas túnicas de Oración en el Huerto y Nazareno del Amor, talla del paso de Siete Palabras y tantos otros).
Una Semana Santa en el horizonte, la de 2022, a la que ya miran los cofrades que dan por cerrada hoy una intensa semana que deja como mejor balance el hecho de que han sido imágenes titulares de las cofradías las únicas protagonistas; en altares especiales o en sus retablos, con iglesias abiertas al mediodía o cerrando sus puertas, con colas más o menos largas y constantes en la puerta, con más o menos cultos convocados para sus hermanos; pero solo las imágenes como centro de esta Semana Santa tan atípica.
La llamativa excepción de Afligidos
En la Semana Santa de 2021 ha habido una cofradía que ha navegado a contracorriente del resto, una excepción que ha llamado mucho la atención. Se trata de la hermandad de Afligidos, que sorprendía instando a sus hermanos y devotos a “rezar desde la distancia”, sin necesidad de acudir a San Lorenzo el Jueves Santo, donde de hecho hubo un horario muy reducido de visitas que en principio se iba a limitar a la mañana.
La cofradía que preside Ramón Velázquez, que ya fue la primera en suspender su salida el pasado año, ha querido con ello evitar posibles contagios, colas y aglomeraciones, optando por pedir a los hermanos que se queden en sus casas y dejando a los titulares en su retablo, sin bajar y sin montaje de ningún tipo. Otra manera de afrontar esta Semana Santa en medio de la pandemia, que ha sido muy comentada por ser radicalmente distinta a la del resto de hermandades de la ciudad.